martes, 28 de septiembre de 2010

Retomando el Blog

Abandoné mi blog cuatro días antes de lanzar mi libro. No tenía mucho que publicar. Estaba nervioso. Cualquier hijo de vecino estaba a punto de leer algunos de mis secretos y varias de mis fantasías sin que lo pudiera evitar. La idea me gustó por un momento pero luego me aterró. Me costó asimilarlo y acostumbrarme a que mi blog andante se encontraba ya en varias librerías y en las casas de varias personas que tenían ganas de leer algo diferente.

La felicidad duró por un tiempo. Agradezco a la gente que me escribió para felicitarme y a los que me escribieron para decirme que no les gustó mi libro. Aprendo de las críticas y los halagos. Sentí por varias semanas que había contado tantas cosas al mismo tiempo que era necesario alejarme de mi computadora y del blog que acababa de estrenar luego de que abandoné al anterior por una cuestión netamente comercial. (De hecho es más chévere tener un blog que se llame como tu libro).

Pero ya han pasado tres largos meses. El libro ya no es una de mis prioridades. Lo son muchas otras cosas sobre las que no he escrito nada. Hasta ahora.

Prometo mantener el ritmo esta vez. Además, lo necesito. Mi mejor amigo vive al otro lado del mundo y está desperto mientras yo duermo. A quién más le podría contar mis cosas si no es a este frío aparato que lo soporta todo y nunca te dice si te equivocaste o no.

Esta vez prometo menos ficción y más realidad. Menos dramatismo y más emoción. Menos floro y más acción. Menos escritor y más Marcos.

martes, 29 de junio de 2010

Una Historia sin Editar

¿Lo llamo o no lo llamo? Acaba de dejarme hace una hora en casa y quiero volver a hablarle. ¿Cuándo me conteste, qué le voy a decir?. Aprovecharé los tragos que tengo encima para contarle que cuando pasó a mi lado por primera vez en el pasillo del canal no pude dejar de voltear a mirarlo. No sabía quién era pero me causó mucha curiosidad. Le diría que me puso nervioso verlo en mi oficina una hora después, que pregunté por él y me dijeron que era editor y que lo habían contratado para que haga un resumen de nuestro programa para pasarlo en la madrugada. ¿Me atreveré a decirle que esperaba que el vaya a la oficina todos los días sólo para verlo e irme a casa pensando en él?. Recuerdo que cuando me enteré que lo contratarían en el programa salté de alegría. Me ingenié para que editara con él la nota que había hecho ese día. Le rogué a mi productor no hacer más reportajes porque no me alcanzaba el tiempo para hacer las coordinaciones del programa en vivo, pero cada que vez que lo veía sentado frente a la computadora me lo imaginaba desnudo, utilizando solamente esa cadenita de hilo negro con una plaquita de metal que nunca se saca. Mis ojos no podían negar que me gustaba y por eso todos se enteraron. Creo que le preguntaré si le dio roche cuando se enteró que despertaba mis fantasías. Si me dice que sí, le contaré que morí de la vergüenza cuando llegó con su esposa a la fiesta de la productora ejecutiva. Sobre todo, porque me dijeron que ella estaba enterada de lo que sentía por su esposo. Como es casado a nadie se le ocurre que yo quiero estar con él, aunque, de verdad, eso es lo que quiero. ¡No, eso no le puedo decir!. Se va a asustar. Le puedo decir que me gusta físicamente, que me imagino que si tiramos, el me agarraría a golpes y yo gritaría de placer. ¡Mierda!, ¡No hay forma que le diga eso!. Mejor me salto eso y voy de frente a lo de hoy. Sí. Le diré que me sorprendió que me invitara a tomar unas cervezas con los otros editores. Me sorprendió pero me gustó. Y adoré que se sentara a mi costado y me preguntara mirándome a los ojos si es verdad que me gusta. No puedo creer que le haya dicho que sí. Creo que eso lo hará reírse. Y ahí le confesaré que sí me daban celos cada vez que veía a ese chico gay de promociones conversando con él y comiendo galletas que ese cabro le compraba. Y le contaré que casi rompo un lapicero cuando vi las fotos de una fiesta del canal en la que bailaba con la chica de la cafetería bastante juntitos. ¡No, creo que eso es demasiado! Se dará cuenta que estoy enamorado. Mejor le hablaré como pata y le diré que me pareció mostro que haya tenido la confianza de contarme que a los 14 años vio a su primo tirar con un tipo y desde ahí el tema gay le da un poco de nervios. Eso me meterá en el tema y le confesaré que si hubiéramos tomado un par de chelas más lo hubiera besado. Estaba borracho, no me iba a pegar. Creo que se palteará y así, débil, le diré que cada vez que veo de reojo su plaquita del cuello me da cólera porque ya me enteré que tiene el nombre de su esposa. Y si no me dice nada también le digo que cuando reviso su facebook y veo que alguna chica le hace bromas me da ganas de reventarla. Luego me calmo y le digo que todo es broma, que es cierto que me gusta pero que el trago recién hace efecto y por eso hablo tonterías. Y como ya debe haberse dado cuenta que lo llamé por gusto, entonces tomaré aire y le diré que de verdad lo amo y que no puedo seguir trabajando con él porque no me deja hacer mis cosas. Me atormentan sus labios entreabiertos mientras mira la computadora, que espero con ansias que llegue a la oficina a la hora del almuerzo con su gorrita caminando como chico malo y se acerque a mí y me de la mano y yo le sonría coquetamente y él se sonroje mientras todos se ríen. Le diré que ya no puedo hacer más reportajes con él porque cuando estoy sentado a su lado no me concentro en las notas sino en sus piernas y sus brazos largos. Sí. Eso le diré. ¿Qué me va a decir, que digo tonterías? No me interesa. Me gustaría que me dijera que también siente algo por mí, pero no lo va a hacer, no le gustan los chicos. Solo le pediré que no le diga nada a su esposa. Ella sí se ve brava. Creo que sería capaz de pegarme si me la encuentro. Solo eso le pediré y prometeré no molestarlo más. Estoy decidido. Voy a marcarle y decirle todo antes que llegue a su casa. Estoy seguro que me escuchará. Cuando me habló hoy mirándome a los ojos me di cuenta que es el momento. Lo llamaré de una vez. ¡Putamadre! ¡No tengo saldo!.

Diario de una Pasiva, el libro



En el momento que este libro se publica, dos versiones de la obra La Jaula de las Locas se ensayan en los teatros de Lima. Decenas de actores y ex galanes de telenovelas se disputan los papeles principales y caminan en sus casas con tacones para verse lo más femeninos que puedan ser y permiten que su masculinidad sea cuestionada en la prensa. La televisión muestra discotecas, personajes, besos, películas, historias secretas, romances, moda y costumbres del mundo gay en la ciudad logrando exorbitantes niveles de sintonía. Esos mismos curiosos televidentes son los que gritan ¡Cabro de mierda! cada vez que ven a un homosexual en la calle. Todos quieren saber qué sienten pero nadie se atreve a preguntarlo.
Marcos Rodríguez cuenta por primera vez si duele o no duele. Habla de sexo y amor entre dos hombres de una manera clara y directa. Describe con sus experiencias la vida de un chico gay de 24 años en una ciudad hipócrita como la nuestra.