martes, 29 de junio de 2010

Una Historia sin Editar

¿Lo llamo o no lo llamo? Acaba de dejarme hace una hora en casa y quiero volver a hablarle. ¿Cuándo me conteste, qué le voy a decir?. Aprovecharé los tragos que tengo encima para contarle que cuando pasó a mi lado por primera vez en el pasillo del canal no pude dejar de voltear a mirarlo. No sabía quién era pero me causó mucha curiosidad. Le diría que me puso nervioso verlo en mi oficina una hora después, que pregunté por él y me dijeron que era editor y que lo habían contratado para que haga un resumen de nuestro programa para pasarlo en la madrugada. ¿Me atreveré a decirle que esperaba que el vaya a la oficina todos los días sólo para verlo e irme a casa pensando en él?. Recuerdo que cuando me enteré que lo contratarían en el programa salté de alegría. Me ingenié para que editara con él la nota que había hecho ese día. Le rogué a mi productor no hacer más reportajes porque no me alcanzaba el tiempo para hacer las coordinaciones del programa en vivo, pero cada que vez que lo veía sentado frente a la computadora me lo imaginaba desnudo, utilizando solamente esa cadenita de hilo negro con una plaquita de metal que nunca se saca. Mis ojos no podían negar que me gustaba y por eso todos se enteraron. Creo que le preguntaré si le dio roche cuando se enteró que despertaba mis fantasías. Si me dice que sí, le contaré que morí de la vergüenza cuando llegó con su esposa a la fiesta de la productora ejecutiva. Sobre todo, porque me dijeron que ella estaba enterada de lo que sentía por su esposo. Como es casado a nadie se le ocurre que yo quiero estar con él, aunque, de verdad, eso es lo que quiero. ¡No, eso no le puedo decir!. Se va a asustar. Le puedo decir que me gusta físicamente, que me imagino que si tiramos, el me agarraría a golpes y yo gritaría de placer. ¡Mierda!, ¡No hay forma que le diga eso!. Mejor me salto eso y voy de frente a lo de hoy. Sí. Le diré que me sorprendió que me invitara a tomar unas cervezas con los otros editores. Me sorprendió pero me gustó. Y adoré que se sentara a mi costado y me preguntara mirándome a los ojos si es verdad que me gusta. No puedo creer que le haya dicho que sí. Creo que eso lo hará reírse. Y ahí le confesaré que sí me daban celos cada vez que veía a ese chico gay de promociones conversando con él y comiendo galletas que ese cabro le compraba. Y le contaré que casi rompo un lapicero cuando vi las fotos de una fiesta del canal en la que bailaba con la chica de la cafetería bastante juntitos. ¡No, creo que eso es demasiado! Se dará cuenta que estoy enamorado. Mejor le hablaré como pata y le diré que me pareció mostro que haya tenido la confianza de contarme que a los 14 años vio a su primo tirar con un tipo y desde ahí el tema gay le da un poco de nervios. Eso me meterá en el tema y le confesaré que si hubiéramos tomado un par de chelas más lo hubiera besado. Estaba borracho, no me iba a pegar. Creo que se palteará y así, débil, le diré que cada vez que veo de reojo su plaquita del cuello me da cólera porque ya me enteré que tiene el nombre de su esposa. Y si no me dice nada también le digo que cuando reviso su facebook y veo que alguna chica le hace bromas me da ganas de reventarla. Luego me calmo y le digo que todo es broma, que es cierto que me gusta pero que el trago recién hace efecto y por eso hablo tonterías. Y como ya debe haberse dado cuenta que lo llamé por gusto, entonces tomaré aire y le diré que de verdad lo amo y que no puedo seguir trabajando con él porque no me deja hacer mis cosas. Me atormentan sus labios entreabiertos mientras mira la computadora, que espero con ansias que llegue a la oficina a la hora del almuerzo con su gorrita caminando como chico malo y se acerque a mí y me de la mano y yo le sonría coquetamente y él se sonroje mientras todos se ríen. Le diré que ya no puedo hacer más reportajes con él porque cuando estoy sentado a su lado no me concentro en las notas sino en sus piernas y sus brazos largos. Sí. Eso le diré. ¿Qué me va a decir, que digo tonterías? No me interesa. Me gustaría que me dijera que también siente algo por mí, pero no lo va a hacer, no le gustan los chicos. Solo le pediré que no le diga nada a su esposa. Ella sí se ve brava. Creo que sería capaz de pegarme si me la encuentro. Solo eso le pediré y prometeré no molestarlo más. Estoy decidido. Voy a marcarle y decirle todo antes que llegue a su casa. Estoy seguro que me escuchará. Cuando me habló hoy mirándome a los ojos me di cuenta que es el momento. Lo llamaré de una vez. ¡Putamadre! ¡No tengo saldo!.

2 comentarios:

  1. Me parece estupendo que se publiquen libros de la tematica gay en Lima, un aplauso para las personas que tienen webos para hacerlo, asi que espero no se censuren esta clase de libros, pronto viene el mio jajaja.

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  2. jajaja... qué buenaaaa!! a mí nunca me ha pasado enamorarme de un heterosexual... es más sólo me ha enamorado de un hombre en mi vida... y de algunas mujeres en los años en que juraba ser hétero...

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